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Tras asistir a una conferencia sobre poesía
escáldica escandinava, hoscamente
me he sentado a cenar solo, taciturno,
y he pedido, porque sí, salmón noruego
y cerveza danesa. Islandia queda
muy cerca de la mesa esta noche.
Mi tristeza
es como esa isla sin árboles hoy;
como su ínvíerno o su noche, mi alma.
(Me miran de otras mesas comensales
extrañados de que estampe unos signos
en un papel que saben no es la cuenta
ni recibo de tarjeta de crédito:
soy un bárbaro aquí, hablo en poesía,
la lengua muerta que ya nadie entiende)